viernes, 4 de septiembre de 2015

NIÑEZ Y PLENITUD

Cada persona, sea niño o adulto, cada uno en su propia esencia es un mundo lleno de infinidad de sueños, ilusiones, tristezas, frustraciones, habilidades y talentos, es importante aceptarnos cual somos, sin discriminar nuestro ser, trabajando cada día en engrandecer nuestras virtudes y desarrollar nuestros talentos.
mi hija y mi padre, el contraste perfecto
Cada uno poseedor de un talento único que lo hace especial pero no mejor que el otro, nadie es mejor que el otro, somos diferentes y eso es precisamente lo que nos convierte en complemento del otro; no llegamos a este mundo a competir por talentos, llegamos a este mundo a compartir nuestro talento, a mostrarlo, a destacarnos por lo que somos, por lo que logramos ser y hacer en nuestras vidas, no por quien logra juntar mas material vano como el dinero, los bienes etc... aunque es un mal necesario, no es realmente lo que nos hace quienes somos, sino la forma en que modelamos y transformamos nuestras virtudes, habilidades y talentos para lograr, a través de toda una infancia de fortalecer las bases para la edificación de un gran ser humano, llegar a ser adultos independientes, capaces de valorarnos, de amarnos y aceptarnos; así al llegar a la vejez y alcanzar la plenitud, veamos nuestro recorrido y sepamos que aunque nadie lo ve, hemos escrito historia, una historia que cuenta cada paso, cada letra y cada palabra que serán guía de las generaciones que llegan.
Al llegar a la vejez, lo que en realidad nos hace plenos es la dicha y el orgullo de haber sopesado cada etapa, de haber cumplido cada sueño y haber sembrado en cada camino andado, una semilla de luz para que, los que vienen de tras, vean el mundo que hemos preparado para ellos, un mundo lleno de luz, un lienzo en blanco donde tendrán la oportunidad de pintar su propio destino y dejar su huella.
                              

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